Hay una pista de lectura que recorre Trazos impersonales: la del desierto. Entre Carlos Correas y Baron Biza se trazan «desiertos» que se revelan decisivos para pensar la mirada heterobiográfica y sus indagaciones.Correas tendrá lugar alrededor del «desierto de lo impersonal», dice Boero, «aun sin ninguna certeza de que la fórmula del ser siga funcionando o arroje algún resultado». Ese desierto es el del despojo -del yo, del nosotros, incluso de lo humano-. ¿Por qué transitarlo? Para dar con ese otro territorio: el de la vida «entre» cuerpos, entre lo vivido y lo que «hay que volver contable», entre el yo y esa vida que lo atraviesa.Lo desértico de Baron Biza es el desierto y su semilla, la madre y el hijo en ese umbral radical donde la gramática de lo familiar -y sus lugares de sujeto- se desmorona, donde el reflejo «intersubjetivo» deja lugar al relieve. Lo que queda es esa materia viva y la escritura que intenta dar cuenta de ella: esa es la luz heterobiográfica que Boero extrae del texto.