En los sesenta el rock empezó a considerar al LP como una superficie adecuada para plasmar el concepto estético de los artistas, convirtiéndose en un simbólico lienzo en blanco a la espera de ser llenado de significados, con audaces combinaciones de tipografía, fotografía e ilustración que desarrollaron un imaginario estético inédito. Todo ello contribuyó a un gran cambio en la toma de conciencia visual, dando paso a la época gloriosa del diseño de portadas, cuando se buscaba impactar con envoltorios elaborados, permitiéndose una cierta indulgencia para la que casi no existían límites. El punk rompió con las reglas no escritas hasta entonces. Fue el cambio de formato del LP al compacto, menos vistoso y menos proclive al lucimiento, el que puso fin a los años dorados. Esa historia, con sus artífices, es la que documentan profusamente estas páginas a partir de 50 de sus más celebradas portadas.