Durante la niñez es donde mejor se tejen los sentimientos, las vivencias, la percepción de todo lo que nos rodea, con sus detalles y pormenores, quedándose custodiado, como si de un tesoro se tratara, hasta la etapa adulta, en donde la capacidad de análisis madura, y muy especialmente, en periodos de la vida en los que, por alguna circunstancia, se echa el freno a la vertiginosa actividad que va marcando la sociedad en que vivimos.