La explosión destruyó las fabricas, las tiendas y los hogares y mato a 74.000 personas mientras que heria a otras 75.000. Las dos bombas atómicas señalaron el mal de una guerra global, pero para las decenas de miles de supervivientes fue el comienzo de una nueva vida marcada con el estigma de ser hibakusha (afectados por la bomba atómica). Susan Southard ha pasado una década entrevistando e investigando las vidas de los hibakusha, y las crudas y emotivas declaraciones de testigos oculares. Sus testimonios reconstruyen los días, meses y años posteriores al bombardeo, el aislamiento hospitalario y la recuperación, la dificultad de volver a entrar en la vida cotidiana y el perdurable impacto de haber sufrido un ataque nuclear y sus secuelas.