Estos poemas de Ramón Crespo se declaran hechos con palabras caídas, Palabras que acepta el fuego. Quien ordena los sentimientos y traza los hilos de la memoria acaba señalando los resquicios por donde se filtra el frío, donde habita el tiempo su intemperie. Pero a veces los poemas saben también vivir en el miedo, sin promesas ni falsas esperanzas, estremeciéndose en la labor del minuto y el prodigio del año. Las palabras entonces, desde su sombra, construyen una escala para ascender a las ventanas del discurso que iluminan el sueño o la poesía.