«Los extraordinarios progresos de la ciencia y de la técnica en el vasto campo de la sanidad y la salud han convertido en disciplina específica a aquella que actualmente se denomina bioética o ética de la vida». Se puede decir que ninguno de los ámbitos relacionados con la vida humana en sus diferentes fases ha dejado de atraer la atención de la ciencia. Un campo que, al afectar directamente a la persona, interesa también por eso mismo a la ética. Esta es la razón de que el Magisterio de la Iglesia tenga el derecho y el deber de intervenir. Desde la aparición de la primera edición son muchas las veces y también los temas que la Iglesia ha tratado. A las que entonces se incluían, se añaden ahora otras dieciséis intervenciones de Juan Pablo, una de la Congregación de la Doctrina de la Fe, una del Pontificio Consejo de la Familia y una de la Santa Sede. Por el indudable interés que suponen para la bioética, se adjuntan dos anexos. El primero es la Carta de los agentes de la salud, del Consejo Pontificio para los Agentes Sanitarios. Se puede decir que es un verdadero código deontológico sobre a la salud, la enfermedad, la vida y la muerte. Su inclusión en este libro de textos del Magisterio se justifica si se tiene en cuenta «el hecho de que la Congregación para la Doctrina de la Fe haya aprobado y confirmado en su totalidad el texto de la Carta». Esta no es otra cosa, en el fondo, que una síntesis orgánica y completa sobre las cuestiones referentes a la vida realizada en su casi totalidad con textos de los papas. En el segundo Anexo se recogen seis Comunicados de la Academia Pontificia para la Vida que, si bien no pueden en modo alguno considerarse como magisterio de la Iglesia, pueden ayudar a acercarse a las cuestiones sobre las que ese magisterio se ha pronunciado. Según señala el motu proprio Vitae mysterium para la institución de la Academia Pontificia para la Vida, ésta tiene la «misión específica de estudiar, informar y formar en lo que atañe a las principales cuestiones de biomedicina y derecho, relativas a la promoción y a la defensa de la vida, sobre todo en las que guardan mayor relación con la moral cristiana y las directrices del Magisterio de la Iglesia» (Juan Pablo II)