Estas breves biografías corresponden a cuarenta sacerdotes diocesanos y dos religiosos de Menorca que fueron inmolados por la fe de Cristo en 1936. La búsqueda de datos y su publicación obedecen al deseo de llevar a la práctica la recomendación de Juan Pablo II en su carta Tertio millennio adveniente: «Es preciso que las iglesias locales hagan todo lo posible para no perder el recuerdo de quienes han sufrido el martirio». A través de estos relatos queda bien a la vista que la muerte martirial de estas personas consagradas a Dios fue la coronación de un itinerario de fe vivida con sacrificio y con ejemplar entrega, que culminó en el supremo testimonio de amor. En estos sacerdotes aparecen rasgos muy variados, pero a todos les caracteriza su anhelo por acompañar al Pueblo de Dios en su peregrinación de la fe.