Las civilizaciones que han ido surgiendo a lo largo de la historia han dado respuesta a los diferentes retos de cada época y en cada una de las sociedades en las que se han desarrollado. En nuestro caso, desde 1989, con los cambios sociales producidos en el antiguo bloque oriental y la caída del comunismo, se ha introducido un nuevo paradigma histórico y social, perspectiva que abre un horizonte y unos desafíos nuevos que conllevan, a su vez, nuevos retos morales. En este contexto, la Iglesia debe renovar su compromiso con el hombre nuevo, luchar por dar alma a este mundo y, especialmente, debe comprometerse allí donde el espíritu de este mundo parece más poderoso y necesitado de un mayor esfuerzo evangelizador: la economía, la política, la cultura, la comunicación... Ahora bien, las respuestas que pueden surgir de la iluminación evangélica de estas realidades requieren una corresponsabilidad activa en el creyente. Para contribuir a este fin, el desarrollo de esta obra aborda las condiciones y mediaciones necesarias que hacen viable la civilización del amor.