Del cinismo antiguo, a menudo tenemos en mente el gusto por el comportamiento provocador y la existencia frugal. Hay, sin embargo, un pensamiento político cínico. Diógenes, el más famoso de ellos, llegó a imaginar, como Platón, una República con instituciones radicales que invitaba a medir la distancia que nos separa de la naturaleza y de nosotros mismos y a repensar las condiciones de libertad y felicidad en nuestras sociedades. A través de su objetivo profundamente ético, explica Étienne Helmer, el cinismo revela el desprecio por la dignidad humana y el rechazo de la igualdad que son específicos de nuestras instituciones, nuestros estilos de vida y nuestras economías orientadas hacia el crecimiento sin límites. Nos insta a identificar en la configuración de las ciudades actuales todo lo que nos deshumaniza y nos impide ser verdaderamente ôhombresö.