En cierta ocasión, hace ya mucho tiempo, vi un fantasma. Y luego, cuatro años después, vi otro. El primer fantasma era amable, incluso olía bien. El segundo fantasma fue mucho menos amable. Daba miedo y, desde luego, no olía precisamente a nardos. Tuve un desagradable encuentro con él en la Mansión Kraken, poco después de oír hablar por primera vez del Círculo Escarlata, una oscura y siniestra secta tan antigua como el tiempo. Eso ocurrió en el verano de 1973, cuatro años después de mi estancia en Villa Candelaria, el hogar de mis tíos y mis primas, los Obregón.