Las iglesias medievales resplandecían con sus muros policromados, sus retablos y otros elementos. Si bien ha desaparecido buena parte de ello, se conserva lo bastante como para iluminar el fascinante panorama de los métodos y motivaciones del pintor medieval. Los pintores trabajaban tanto para ilustrar la doctrina de la Iglesia Católica como para embellecer la casa de Dios, pero conforme se iba expandiendo la economía medieval también dedicaron sus habilidades a la decoración de la arquitectura civil. Combinando los datos documentales con el estudio de las obras que han llegado a nosotros, el autor reconstruye con detalle el proceso de la creación de obras de arte. Igualmente se ocupa de saber quiénes eran los pintores, cómo elegían sus temas y el entramado económico y social de su actividad profesional.