A fi nales de los ochenta, un joven Antonio Muñoz Molinaingresó en el servicio militar obligatorio. Allí fue despojadode su cabello, de su identidad, de su nombre. Pasó a ser unJ-54 cualquiera en un entorno marcado por un patriotismoque veía con desapego y una intolerancia en la que no encajaba.Ardor guerrero es «una crónica memorística en la queel autor aúna su excelente y efi caz narrativa con el valor deltestimonio» (El Diario Vasco).