Una existencia consagrada a Dios, aun en la esfera afectivo-sexual, sólo es válida si se ama y se busca a Dios como al Unico, con todo el corazón. Sólo en el horizonte del Amor recibido y dado puede vivirse el celibato sin riesgos ni autoengaños. Sólo así podrá el célibe ver en cualquier rostro humano un reflejo de ese rostro divino que él busca ardientemente. Toda la realidad creada, que se despliega en torno a él con su riqueza y su pobreza, su esplendor y su miseria, sus audacias y sus regresiones, se convertirá para él en nuevo punto de partida para su constante e infatigable referencia a quella Otra Realidad superior en cuyo campo de gravitación ha entrado y se mantiene con la decisión de un amor único y exclusivo. Viviendo este Amor, el célibe se convierte en "parábola para un mundo sin Dios" y manifiesta al mundo que el cristiano puede renunciar a un amor humano en exclusiva, porque ha hallado un Amor más grande que de tal manera le ha dilatado el corazón que le ha hecho capaz de amar más allá de "la carne y la sangre". Estas páginas de Pier Giordano Cabra (Superior General de la Congregación de la Sagrada Familia y Presidente nacional de la Conferencia Italiana de Superiores Mayores) son exigentes, pero llenas de esperanza;sonarán a veces como un látigo, pero contienen toda la riqueza de una sabiduría auténticamente vivida;podrán parecer inusitadas para estos tiempos, pero iluminan con una rara claridad los caminos imperecederos del amor, la alegría y la fecundidad.