Al convocar el Jubileo extraordinario de la Misericordia el papa Francisco ha querido explicar a toda la Iglesia, más aún, al mundo entero esta verdad asombrosa y nunca completamente indagada: el juicio que nos espera es un juicio de misericordia. En palabras del Papa: «La misericordia siempre será más grande que cualquier pecado y nadie podrá poner un límite al amor de Dios que perdona». Este es el mensaje que quiero hacer propio y proponer en esta feliz ocasión del año jubilar según la perspectiva particular de quien, como yo, ejerce en la Iglesia el ministerio del exorcistado. Este texto nace del deseo de llenar los corazones de aquella esperanza que se funda en la roca de la palabra de Dios y que ni la lluvia, ni el desborde de los ríos, ni el soplo violento de los vientos pueden destruir (cf Mt 7,25). Esto pone en el punto de mira un tema muy tratado por la prensa de los últimos años: la posesión, la vejación, la obsesión y la infestación diabólica.