El relato denuncia la herida causada al mar que baña la región y la vergüenza que supone que, transcurridos treinta años desde la paralización de los vertidos, la llaga todavía permanezca abierta. Con una narrativa ágil y atrayente, con personajes muy bien marcados y enteramente verosímiles y con buenas dosis de humor negro, el autor nos traslada a la década de los años ochenta del pasado siglo, adoptando la personalidad de Lucas Daireh, Inspector de la Brigada de Homicidios de la Policía Nacional, al que le es asignada la investigación de la muerte de una joven, cuyo cadáver aparece sobre la arena de una playa. Conforme Daireh -buen policía, aunque con un carácter un tanto singular- avanza en su investigación, adentrándose en el desastre y los enfrentamientos encabezados por organizaciones defensoras de la naturaleza, pescadores y simples ciudadanos contra la empresa responsable de los vertidos y, por ende, contra las fuerzas de seguridad, su justificada implicación personal lo llevará a enfrentarse con determinados individuos de su misma profesión.