El «Popol Vuh» es, sin duda alguna, la cumbre de la literatura mitológica americana y uno de los libros sagrados más bellos jamás concebidos. Su lectura no sólo ofrece una suerte de guía para el camino interior que recorrer tanto en el mundo de aquí como en el Más Allá (a la manera de otros viejos textos mesopotámicos, tibetanos, egipcios o griegos), sino que además nos permite asomarnos a un universo distante y pletórico, el de la cultura maya del sur de México y Guatemala, que abarca dos mil años de historia inhumada por Occidente y la violencia de su conquista. Así, a través de una belleza poética y un pensamiento visionario propios sólo de esas pocas obras-faro capaces de iluminar cada tanto al conjunto de la humanidad, el «Popol Vuh» abre nuestra mirada al esfuerzo de toda una civilización para hallar su lugar en el seno del planeta y en el orden cósmico general. De este modo, los insólitos mitos que articulan esta cultura milenaria, y sólo en apariencia arcaica, despliegan un imaginario narrativo orientado a favorecer el encuentro entre el ser humano y la Tierra, concebida ésta como una criatura viva y orgánicamente constituida a través de un principio de unidad biológica e inteligente. Y acaso hoy en día, en nuestro brumoso y acuciante presente marcado por la extinción masiva de especies y la amenaza del cambio climático acelerado, ¿no es precisamente esta sabiduría arcana e inextinguible la que necesitamos para reorientar nuestra relación con la naturaleza, garantizar la salud de los ecosistemas y, con ella, la pervivencia de la aventura humana El «Popol Vuh» siempre será un libro misterioso, sembrado de ciertos significados indescifrables, pero su profundo mensaje sigue tan vivo como siempre y es más importante que nunca. Finalmente, como editores nos gustaría destacar que la presente obra, cuidada con absoluto esmero en todos sus aspectos, se presenta con la impecable traducción directa del idioma quiché realizada por Agustín Estrada Monroy, la excelente investigación iconográfica desarrollada por Daniel Grecco Pacheco y las maravillosas ilustraciones de Francisco França.