El sueño puede ser la tabla de salvación cuando, tras la tormenta, solo queda la inmensidad del mar, y la diferencia entre lo que uno es y lo que quisiera ser se extiende hasta la infinita línea del horizonte, carente de toda esperanza. Entre la vigilia y el sueño hay un espacio ignoto donde nadie puede habitar. Es el momento en el que perdemos la conciencia, estamos dormidos, pero sin saberlo y sin capacidad de soñar. O tal vez sí, pero sin darnos cuenta de que lo hacemos. En realidad no nos damos cuenta de nada, ni siquiera de estar vivos. Sin embargo, a veces, algo se nos viene a la mente. Tal vez un recuerdo que ya hemos vivido con anterioridad.