El trabajo de la doctora Kübler-Ross nos confirma que la muerte es un pasaje hacia otra forma de vida y nos hace comprender que la experiencia de la muerte es casi idéntica a la del nacimiento, puesto que se trata del inicio de otra existencia, el paso a un nuevo estado de conciencia en el que se continúa experimentando, viendo y oyendo, comprendiendo y riendo, y en el que se tiene la posibilidad de perseverar en el crecimiento espiritual. Morir es trasladarse a una casa más bella, se trata sencillamente de abandonar el cuerpo físico como la mariposa abandona su capullo de seda. Gracias a ella sabemos que una luz brilla al final, y que a medida que nos aproximamos a esa luz nos sentimos llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que podamos imaginar.