No importa las veces que leamos estos aforismos, máximas o lo que sean, el efecto es siempre el mismo, devolvernos una profundidad que ella sabe que siempre ha estado ahí, un presente desnudo y luminoso que se niega a ser devorado por las sombras. Optimistas o sombríos, líricos o escatológicos, cerrados o abiertos, coherentes o contradictorios o ambas cosas a la vez, los alardes minimalistas de Belén Lorenzo Francisco son algo así como piedritas que va dejando en el camino para que no nos perdamos en el laberinto de nuestras mentiras cotidianas y las palabras puedan recuperar en nosotros su sentido poético primigenio, el que tenían cuando brotaban del mismo lugar que el silencio. Ramón Araújo Fernández