Uno de los signos de nuestro tiempo es sin duda la falta de humildad, algo que se percibe en todos los órdenes de la existencia sin importar origen, condición o edad. En Francisco. Canto de una criatura Alda Merini se apropia de la vida del santo para mostrarnos, en palabras de Eliot, que «la humildad es infinita», como si ella hubiese sabido desde siempre que solo esa humildad abre espacio al otro, al sentir y saber del otro;un otro que está ahí, día tras día, pidiendo ser oído, mirado y atendido del mismo modo que el santo de Asís supo oír, mirar y atender. Después de Cuerpo de amor, La carne de los ángeles y Magnificat, Alda Merini vuelve a deslumbrarnos con su voz siempre actual, con esa palabra suya que se hunde con obstinación en lo real para extraer de ahí una claridad que nos deslumbra y a la vez, paradójicamente, nos hace ver.