Pocas figuras de la historia de la Iglesia española han suscitado tanta división de opiniones como Vicente Enrique y Tarancón. Él lo sabía y jugó su papel con inteligencia. Pero, la historia, a veces, tiene estas paradojas. Tres décadas después de su fallecimiento, Tarancón se ha convertido en un eco lejano de un pasado que no pasa, pero que tampoco se conoce demasiado bien. Lo que no deja de ser insólito para una de las personalidades centrales de la Iglesia de la segunda mitad del siglo XX, cuando la historia española se conjugaba con la eclesial. De hecho, el cardenal fue un auténtico mito dentro del tiempo de la transición a la democracia. Es imposible narrar la historia desde los estertores del franquismo hasta el desarrollo democrático posterior sin prestar atención a lo que hizo y dijo quien comandaba la Conferencia Episcopal Española en aquel momento. Manteniendo la intención de esta colección, esta breve semblanza pretende rescatar una memoria viva de aquellos días apuntando a la experiencia del Concilio Vaticano II, que fue un parteaguas en la biografía del cardenal. «Nunca dejó indiferente a nadie».