Este libro de un maestro de la geografía española de hoy, Eduardo Martinez de Pisón, nos revela el enorme tesoro de intuiciones literarias en torno al paisaje español que fue creciendo en las novelas, los poemas, y hasta en los «esperpentos» de los escritores de la generación del 98 y, aún más, el acierto y la finura con que el talento de un filósofo como Ortega y Gasset exploró cuestiones esenciales entre el hombre y sus paisajes, y que la ciencia geográfica contemporánea, por su parte, también ha reconocido en la mayoría de casos.«El paisaje del 98 vuelve al camino. Abrimos de nuevo nuestra puerta, sin duda geográfica, pero que también lleva a un sentido del mundo y, en él, a un "dolorido sentir". Y así, dejemos que el paisaje suba una vez más sobre Rocinante y salga al campo.» Eduardo Martínez de PisónNuestra intuición como lectores de estos grandes escritores era que a su través habíamos aprendido a ver nuestro paisaje, nuestro mundo físico e histórico, como algo que de algún modo nos constituía y alentaba. Nuestra mirada se había enriquecido y cultivado. Este libro nos descubre que en esas intuiciones había y hay también un tesoro de saber precientífico. Eduardo Martínez de Pisón, geógrafo, viajero y montañero, con una larga y fructífera experiencia directa de innumerables formas del paisaje, aúna en este ensayo la sensibilidad artística y poética con un saber científico riguroso -sobre plegamientos, buzamientos, rocas piroclásticas, calizas, hayedos, glaciares, etc-. Es un libro, en el fondo, que reivindica de nuevo el valor del Humanismo en nuestro tiempo, y que al romper las barreras de la especialización y de los géneros, busca el contacto con la literatura y la filosofía, a fin de multiplicar las visiones y descubrir, mediante su entrecruzamiento, nuevas conexiones e iluminaciones. «La literatura española desde fines del siglo XIX, y en buena parte del XX, ha creado un enorme tesoro de imágenes, descripciones, y respuestas sentimentales, prendidas a la realidad de nuestras tierras, para interpretarlas y también para imaginarlas y soñarlas.» Helio Carpintero