Cuando tiene 7 años Julio recibe un curioso regalo que marcará su existencia: un catalejo (o «miralejos», como él lo llama) con el que otea el horizonte y con el que imagina que es el vigilante de Gorgos, el pueblo costero en el que veranea. A partir de ese momento, junto a su amiga Irene, una niña de la localidad, descubrirá el mundo que lo rodea, verá cerca lo que está lejos y percibirá cosas que no están, o que no deberían estar, donde él las ve. Al tiempo que la relación entre ellos se intensifica, aflorarán amores no consumados, un crimen sin resolver, personas desaparecidas y el rostro de un monstruo, conocido como el Señor de los Bosques.