El avión derribado a finales de 1936 que transportaba al delegado del Comité Internacional de la Cruz Roja en Madrid para denunciar en Ginebra las matanzas de Paracuellos no solo llevaba documentaciónprobatoria, también informes secretos para el presidente de la Junta Técnica del Estado franquista. Los sucesos de mayo de 1937 no solo fueron azuzados por las distintas corrientes antifascistas enfrentadas, también por agentes provocadores enemigos. La explosión de la madrileña calle Torrijos el 10 de enero de 1938 que produjo un socavón y más de un centenar de muertos no fue casual, fue un sabotaje. Los brutales bombardeos de marzo de ese mismo año en Barcelona no tiraron sus bombas al azar, los objetivos estaban marcados desde el interior de la ciudad. La guerra pudo terminar aquel mismo verano por una estrategia combinatoria de desestabilización de la retaguardia republicana y avance táctico rebelde en los frentes. La histórica alcazaba almeriense pudo haber sido destruida en otoño por albergar un supuesto aparato de detección de señales radioeléctricas. Casado y Besteiro no surgieron de la