Anne Carson nos entrega no sólo una parodia que muestra un sentido ético y estético en su más elevada dimensión. La Guerra de Troya es el pretexto para urdir el texto, para bordarlo, abordarlo desde el origen de la palabra guerra y sus derivados: pelea, combate, batalla, lanza, muerte, violación, crimen, abandono, sinsentido, deshumanización, todo acto que navega en contra de lo que debería ser el último fin de nuestra existencia. No hemos sabido escuchar, no hemos sabido descifrar ni mucho menos cuestionarnos. La lucidez y erudición de Anne Carson nos llevan a navegar hacia un puerto en el que no sabemos si es la muerte misma la que nos espera o si es una niña violada o el infierno o una madre en su más ahogada desesperación. La palabra que no está sustentada en un texto tramado desde su raíz etimológica no tiene sentido en la concepción literaria de esta autora. Ella nos ha entregado las versiones más frescas y actuales de Safo, Catulo, Eurípides... para presentarnos en este innovador libro a una Helena de Troya, símbolo de la pérdida del sentido, del amor. Carson nos dice que bordamos el tapiz del mundo como ciegos, sumidos en una indiferencia lacerante que atropella otras vidas sin siquiera darnos cuenta. En nueve lecciones de historia, con sus concomitantes enseñanzas, la poeta desarrolla un pensamiento por asociaciones que entrega al lector con su usual dejo de ironía, y una indignación punzante. Muestra que hemos puesto en la guerra una obtusa forma de obtener la gloria, eso que llamamos poder, posesión, mancha, sangre, ceguera. Vivimos en la oscuridad navegando hacia la orilla donde se libra una guerra que no sabemos cómo se inició. Al hacerlo, obnubilamos el otro lado del dolor, es decir, la altísima belleza que todo dolor trascendido alcanza.