«He renunciado a cualquier intento de rozar la perfección», proclama Coovei en Nieve eléctrica, y, mirándolos a más de treinta y cinco años de distancia, sus versos tienen el valor de una declaración poética de un joven autor díscolo y temperamental. Poeta de apariencia en ocasiones goliárdica, cada vez más recluido en sus últimos años, pero que sigue siendo tan chispeante y despreocupado en los mejores poemas que publicó en sus últimos libros, de los que Dun ha hecho una selección acertada y equilibrada. Tenso y juguetón, eternamente enamorado y sarcástico citadino, tratando sus angustias de manera irónica, Coovei se mantiene siempre inventivo y con cierta inclinación hacia imágenes escapistas. Escribe con afán insaciable, disfrutando de un contexto socioliterario favorable, pero también con la inteligencia y la audacia de un artista dotado de humor y de una convicción veraz en la poesía, que arrastra al lector en cada texto que escribe.