«Niñas cercadas por la espesura de los juncos que nunca supieron lo que era el horizonte;una ciudad cuya protagonista no reconoce ni recuerda, con el cableado tendido en el piso como una culebra muerta;una habitación que huele a carne retenida;la puerta de entrada a una fiesta que se abre con un insulto;una ciudad que ofrece paseos entre el feísmo arquitectónico y otro conjunto poblacional que tiene la exasperante geometría de ser un círculo perfecto, un diseño radial en un claro del bosque;o el tejado de la casa de Julián, que es un cementerio para pájaros, son algunos de los espacios ominosos que presagian la experiencia del daño, crueldad o violencia que padecerán sus personajes». (Del prólogo de Valeria Correa Fiz) «Un conjunto de relatos físicos hechos de barro, de carne, de vino, de viento. Un libro duro y tierno, con olor a sangre y destellos poéticos, empujado por todas esas niñas enfadadas (y con razón) de Nerea Pallares, que antes de arder nos regalan sus cuadernos calcinados». Eloy Tizón