Montar a caballo es sinónimo de naturaleza, libertad, espiritualidad y, en resumen, felicidad. Pero para que un jinete y su montura puedan sincronizarse y cabalgar en armonía, hace falta trabajo previo y mucho compromiso. Los caballos no piensan ni sienten como nosotros y solo introduciéndonos en su mente podemos de verdad comprender y respetar su forma de ser, de relacionarse, de existir.