Ambientado en Filipinas, donde la autora vivió unos meses en comunidad con sus hermanas, en una experiencia vocacional y de servicio y entrega a los más necesitados, este libro puede ser leído como un diario espiritual, un viaje al interior de uno mismo, o como un libro de relatos que nos hablan con viveza de muerte y vida, de desgarro y sanación, de impotencia y de esperanza. Leída de una u otra forma, la obra nos muestra que hay otras formas de percibir el mundo y su realidad, y nos regala la vitalidad y frescura de una mujer que busca infatigablemente a Dios incluso donde aún no sabía que podría encontrarlo: en la pobreza, el miedo, la enfermedad, la incomprensión, el silencio… pero también, y a pesar de todo, en la esperanza, el desprendimiento, la risa, la música…