En El sentido de la marcha hay un afán de huida, una ansiedad por el movimiento, pues, si este cesa, la muerte puede alcanzarnos. La quietud y la seguridad son, para el ser humano, más letales que la marcha incesante y la incertidumbre. Aquí la desidentificación con la materia que somos sirve para incidir en el sentido de la marcha perpetua, que ni siquiera tiene a la propia carne como hogar. Por otro lado, la conciencia es espiritual, pero también política: no solo se persigue la luz, sino que se clama contra las injusticias, como si no pudiera alcanzarse la iluminación sin mirar de frente a la tragedia. En definitiva, con El sentido de la marcha Maximiliano Alcañiz nos brinda no solo una lección de poesía, sino también de humanidad