La figura del embajador ha tenido, a lo largo de la historia y hoy día, un papel fundamental en el desarrollo de las relaciones internacionales. La existencia de personas que, dotadas de unos poderes determinados, tienen encomendada la representación de una autoridad o un Estado concreto, para desarrollar negociaciones y alcanzar acuerdos con otros poderes o Estados, está en la base del funcionamiento del sistema de relaciones bilaterales y multilaterales. Hoy día sabemos que la figura del embajador, y con ellos de la diplomacia, es muy anterior a la existencia del sistema internacional contemporáneo, de las naciones actuales e, incluso, de la existencia misma de naciones. A lo largo del periodo medieval los embajadores tuvieron un papel fundamental a la hora de desarrollar la política exterior de las diversas monarquías que ocupaban la península ibérica, conformando un auténtico sistema de relaciones multilaterales. Más allá del debate sobre la existencia o no de relaciones internacionales en la Edad Media, el presente trabajo se ha centrado en analizar distintas figuras de embajadores y embajadas en el periodo que transcurre entre el siglo xiii y principios del xvi. El objetivo que se plantea es poder profundizar, por medio de los diversos estudios de caso, en los cambios, innovaciones, permanencias y herencias, la evolución, en suma, de la figura del embajador en los reinos peninsulares en un momento en el que las monarquías iban construyendo sus aparatos de Estado, y en el que la diplomacia podía tener un papel fundamental que llevaría a lo que se ha llamado la diplomacia moderna (sin entrar tampoco en el debate de si había más o menos cambios con respecto a la medieval).