David Cronenberg siempre quiso ser escritor. Su deseo de escribir, aplazado en varios momentos de su vida por diversos motivos, regresaba una y otra vez. Su necesidad de narrar(se) a través de la palabra escrita, su admiración por los novelistas de ciencia ficción, la devoción por Nabokov, Kafka, Burroughs... Todo lo conducía inevitablemente a expresar su universo personal e intransferible mediante una letra que se fue infectando, con el devenir de los años, con una imaginería audiovisual inigualable. Una necesidad, una (com)pulsión, que ha cristalizado en una mentalidad artística propia y única en la industria cultural. Todo director de cine, dice Cronenberg, crea una realidad virtual.