Los tiempos son distintos en Oriente y en Occidente. China llegó tarde a la modernidad. Quizá por eso, la modernización se ha convertido en una obsesión que afronta con una gran determinación. Pero la suya quiere ser una modernidad diferente, alternativa, no solo para acomodar esa diferencia temporal que ansía abreviar acelerando el paso, sino también civilizacional y adaptada a las singularidades de un país con formato de continente y densamente poblado. Quiere poner fin a dos siglos de atraso y decadencia que la llevaron del centro a la periferia del sistema global.