Los pueblos con mar, como la propia marea que va y viene, se vacían en invierno y se llenan en verano, aunque cada nueva estación de frío sus habitantes son menos, como en Abisal, el lugar elegido por Astrid para investigar sobre la despoblación rural. Las estadísticas son claras, la falta de trabajo, de oportunidades... pero los vecinos están convencidos de que ocurre algo más. Desde la sencillez de las personas que viven la vida que les tocó, la autora crea un ambiente mágico donde las preguntas que podamos hacernos tienen múltiples respuestas, como los trazos de las pinturas de Nel, a quien todos miran como culpable, pese a que él no ahogó a Antón.