Al poco de la toma de Granada, el nuevo alcaide de la Alhambra manda llamar al médico mudéjar, Rayib Ibn Quzmán, sospecha que es descendiente de un pariente suyo que, tomado cautivo en 1410, acabó convertido en el elche (‘cristiano converso al islam’), Quzmán al-Mayrití, llegando a ser turgumán (‘intérprete’) privado del emir. Entre el médico y el regidor, más allá del lejano parentesco, se establece un fuerte vínculo personal que los lleva a compartir los avatares de aquella convulsa época de transición de una sociedad —la de los vencidos—, a otra —la de los vencedores—, con todo cuanto ello supone. A lo largo del relato van apareciendo los personajes más destacados de dicho periodo, dando pie a una visión objetiva de los hechos históricos y de la vida en aquel tiempo convulso. Ante el desdichado porvenir que, de manera inapelable, se cernía sobre sus gentes, en un acto de realismo pragmático, el mudéjar acaba por abrazar sin convicción el cristianismo, incorporándose a la nueva sociedad mediante el bautizo. En un momento de la narración, el médico relata la fascinante historia de su antepasado, Quzmán al-Mayrití, en el emirato de la Granada nazarí de comienzos del siglo XV y sus amores prohibidos con la seductora Nahir. Todo ello como antesala del trauma colectivo y el dolor de aquella sociedad devastada ante la pérdida de nitiva del último reducto del mundo fabuloso y extraordinario que representó al-Ándalus.