Como buen celador de museo me interesan menos las obras que su disposición. Así que ejerzo menos la crítica literaria que la biografía. Evito así, ante la obra literaria, el comentario deportivo de televisión que narra la jugada como si los televidentes estuvieran escuchando radio. Me intereso menos por la intransferible obra de cada escritor que por sus figuras. Biografía es estudio de espacio, y las páginas de El libro perdido de los origenistas se ocupan de eso que ha dado en llamarse la «posición del escritor»: proponen, aunque desdibujada, una ética.En un poema que narra una partida de ajedrez (y la relación) entre Rimbaud y Verlaine, Conrad Aiken escribió estos versos: «And all reported by a later lackey,/ Whose virtue is his tardiness in time». Las páginas de este libro se ocupan de Martí y de Casal, de Piñera y de Lezama Lima, de Vitier y de Diego. Y, menos hermosamente dicho que en Aiken, todo ha sido relatado por un lacayo ulterior, cuya virtud es su tardanza en el tiempo.A. J. P.Antonio José Ponte (Matanzas, Cuba, 1964). Ha publicado poesía, ensayo, cuentos y novela. Ha trabajado como ingeniero hidráulico, guionista de cine y profesor de literatura. Reside en Madrid desde 2007. En 2005 la editorial Anagrama publicó su novela La fiesta vigilada, sus cuentos aparecen recogidos enáUn arte de hacer ruinas y otros cuentosá(Fondo de Cultura Económica, México, 2005).