El período que se inicia con las manifestaciones vanguardistas de los años 20 y se cierra con el desbaratamiento de los regímenes de Getúlio Vargas y Juan Domingo Perón es uno de los más fértiles en términos estéticos. Una antropología impresionista lo caracteriza como el momento que conduce de "los últimos hombres felices" a los sujetos desazonados que en los años 50 procuran reflotar una izquierda revolucionaria en medio de la debacle del populismo. Para llegar a ese punto, tanto la Argentina como Brasil atravesaron una etapa de ensayos intuitivos, a veces con afanes sociológicos, e invariablemente con un despliegue retórico que ubica a esas obras entre las producciones más representativas de la literatura. En el orden de las aproximaciones voluntariosas al "ser nacional" se enlazan Ezequiel Martínez Estrada y Gilberto Freyre, Eduardo Mallea y Paulo Prado, Raúl Scalabrini Ortiz y Sérgio Buarque de Holanda, a veces conectados con la vanguardia más revulsiva (la Antropofagia y el martinfierrismo), a veces oponiéndose a semejantes desbordes (el regionalismo). El volumen comienza estableciendo las condiciones para que surjan los movimientos de renovación y se clausura con el lamento oligárquico por la pérdida de privilegios que se advierte definitiva hacia mediados de siglo. Las contradicciones que abarcan tres décadas son indagadas en una serie de capítulos en que las polémicas más virulentas alternan con el humanismo poético, la militancia católica y la búsqueda de explicaciones para la modernización dependiente en la que quedan incluidos Argentina y Brasil en el orden mundial definido por el dominio absoluto de los Estados Unidos en la escena internacional.