Este libro, por una cuestión lógica que cualquier lector apenas avezado podrá deducir, está lleno de palabras. Lo que resulta prodigioso es que el significado de cada término intervenga en una conjunción creadora llena de sentido. Esa, tal vez, sea la quintaesencia del Arte: darle sentido a las cosas, darle uno real, por fuera de la esencia de lo utilitario, que confundimos con lo real porque se ve concretamente, pero no lo es porque resulta mezquino y cortoplacista. Por eso el Arte, en cuanto fuerza creadora abrumadora, no solamente recurre a lo que está, a lo que explícitamente es, sino también a lo que no es. Se nutre de un lenguaje imperceptible, el de los silencios. Que parecen difusos, hasta mudos, pero no lo son. Hablan con contundencia, y dejan estelas, como los cometas. Dejan ecos, aunque no siempre los entendemos porque no existe un diccionario de silencios. Nadie invente ese diccionario ni nadie explique la ciencia de esos ecos: a pesar de todo, la vida sería horrible si entendiéramos todo. Estaría vacía de sentido. (del prefacio del autor) 10
