Décadas atrás nuestros padres y abuelos tuvieron que dejar sus pueblos natales para buscar una vida mejor en las ciudades. Años más tarde, regresaron a las casas que les vieron nacer para pasar allí los veranos junto a sus hijos y nietos. Es por ello que de pequeños solíamos pasar las vacaciones en el pueblo. Por aquel entonces no había internet, ni móviles, ni grandes coches, ni autovías, y allí aún no había llegado ni tan siquiera el agua corriente. Pero su gente, enraizada a su tierra como el té de roca, vivía feliz con lo que tenía.Como las ´engrinetas´ -golondrinas- que viajan cuando empieza y termina la época estival, este relato nos traslada a los veranos de nuestra infancia y juventud, narrados por un niño -años más tarde adolescente- y a su relación con el entorno rural de un pequeño pueblo de Aragón.