La voz que se escucha en "Brazos cortos" recorre la ciudad. La vida que nombra se hace a la vez que se hace el camino, y con sus pasos -y con la mirada que los guía- nos acompaña de la calle al hogar, de los juegos de la infancia al vértigo de los años que transcurren, y que quedan. En la poesía de Irati Iturritza Errea se confunden los espacios y los tiempos -como si se tratara de lo mismo-, y de ellos brotan la náusea, el miedo, el cuerpo o el lenguaje: su escritura oscila entre lo que se puede tocar y lo que se debe imaginar. Un hilo -de forma literal- enhebra estos poemas, y nos insinúa una historia: a ti, que lees, te toca -con tu experiencia y con tus intuiciones- completarla.