Una de las claves para un buen balance de nuestra evolución personal es el análisis de la gestión del miedo a lo largo de nuestras distintas edades. El valor, el atrevimiento, la osadía y cada uno de los diálogos con los propios miedos han sido, sin excepción, pasos heroicos en la construcción de una identidad. Porque heroico es contemplar una aparente limitación y decidirse a superarla. Porque heroico es detenerse frente a una presunta amenaza e inactivarla. Porque heroico es marcarse un objetivo y lanzarse en su persecución, neutralizando el temor al fracaso y el freno de la incertidumbre. Esa evolución personal, el desarrollo de las potencialidades y toda forma de realización de proyectos tienen en el miedo una muralla para muchos infranqueable pero también un aliado a tener en cuenta. De esta paradoja nos habla magistralmente este nuevo libro del terapeuta Gestalt Jordi Gil. Si en su anterior libro, dedicado al análisis de la autoestima, ya nos invitaba a ser más fieles con nosotros mismos, en éste aborda la necesidad de disipar los temores estériles para ver de qué modo podemos sacar provecho del miedo, e incluso entender su presencia como una alianza estratégica en nuestro plan de desarrollo personal. Y es que ninguna emoción es probablemente tan universal como ese miedo. Diríamos que ocupa el trono de las emociones básicas. ¿Por qué tenemos miedo? Nuestro cerebro fue diseñado en un entorno desconocido, plagado de numerosas situaciones hostiles. Tuvo por tanto que crear un sistema de alertas que hemos heredado en forma de legado biológico, y aún hoy seguimos a menudo en estado de alarma general pese a que ha cambiado enormemente el escenario. Hoy ya difícilmente vamos a ser devorados por ninguna bestia salvaje mientras buscamos nuestra comida en el supermercado. Pero, por otro lado, existen peligros más sofisticados y sutiles ante los que conviene reaccionar rápido, desde la víscera, en lugar de detenerse a pensar modernamente en las causas de un determinado peligro. Y ahí es donde el miedo se convierte en un amigo. Con el paso de los siglos, ante las comodidades ofrecidas por las grandes urbes, se ha ido atrofiando nuestro sistema de alertas. Hoy creemos con fe ciega que una luz roja, encaramada en un palo metálico, va a frenar al vehículo que se acerca distraído a máxima velocidad contra nuestro cuerpo y eso eleva significativamente las cifras de transeúntes atropellados. Es un ejemplo burdo del otro extremo de la gestión del miedo: la del suicida, o la del imprudente, o la del extremadamente confiado. No es inteligente negar los avisos de peligro ni desconectarse de ese miedo útil, el que nos protege de los riesgos reales. El autor sabe distinguir los miedos necesarios de ese otro miedo paralizante, el que nos acaba aislando de nuestras ilusiones, el que nos sume en una suerte de parálisis de intenciones y objetivos, el que nos hace sospechar de todo y de todos, el que nos genera tal inseguridad que hace trizas la autoestima El miedo es, por tanto, un mecanismo necesario, pero no esa cultura de fantasmagoría, más próxima a la superstición que a la realidad, tras la que nos escudamos a veces para no dar pasos importantes en nuestra vida. El miedo no debe encarcelar sino enseñarnos a escapar por puertas alternativas, pero sin arrojarnos por ninguna ventana en un alarde de absurda hombría. Crecemos con el miedo, no contra él. Descubrir cuándo el miedo nos hace magnificar los obstáculos, aquello que debo potenciar, lo que debo paliar, lo absurdo de algunas evitaciones, los miedos que se nos han ido fijando de manera irracional en los mecanismos de decisión, cómo luchar contra la parálisis y el aislamiento a que conduce una mente miedosa. Aprender, en suma, a discernir un temor provechoso de un miedo infundado y a saber combinar con maestría prudencia y valor son algunas de las grandes aportaciones de los ejercicios propuestos en este libro. Convive y crece, desde ahora, desde ese miedo más proact