El paso por este mundo es breve. Cuando recién empezamos a aquilatar los metales en la alquimia otoñal, y a conocer realmente las maderas sociales, estamos ya un poco viejos y desgastados: el en-tusiasmo y el amor grande quedan pendientes. Cuando los amigos y familiares entran al corazón, casi ya en la estación otoñal, con el pañuelo y los ojos caídos de la despedida, contamos cuantos buenos se han ido, y entendemos cuantos mejores hoy no saben que los queremos. Cuantos quisimos y no supieron de nuestro afecto, y cuantas almas celestes no saben, y no sabemos decir cuánto queremos. Los metales se van oxidando. Falta el gran aceite de besos y abrazos. Hay mucho encierro y cariño a tener y no ser. No hay tiempo para el diálogo solidario, ni menos para la poesía y el vino fraternal...