Entre los hilos con que se teje precariamente la vida, aparece el arte -focalizado sobre sus dos manifestaciones supremas: la música y la poesía- con unos colores distintos, extraños y casi esperanzadores. Cioran, pensador con alma de músico que roza la poesía y la mística, decanta sus emociones artísticas a lo largo de todas y cada una de sus obras con mortífera pasión. Y lo hace de una guisa tal que, en el fondo, todo lo que escribe, todo lo que piensa, todo lo que siente, deriva del intento de aprehender la vida como asunto pura y esencialmente estético. Si sus preocupaciones giran en torno a la asunción de la vida como una enfermedad, al deseo de la destrucción como medio eficaz de construir algo diferente que agite al universo, que lo despierte de su marasmo, resulta que es en el poeta y en su empeño creativo de otra realidad donde se manifiestan esas ilusiones y la confianza en la disolución y en el sufrimiento para arrancar el secreto de la existencia. Intentaremos comprender cómo el arte salva a la vida de su deletéreo destino.