En la trayectoria artística de Mena, como se valoró ya muy positivamente desde Palomino o Ceán, la presencia de Cano marca un antes y un después. No obstante, una vez en Málaga, irá depurando las lecciones aprendidas hasta configurar su propio estilo, mucho más realista, naturalista, profundamente expresivo y, todo ello, dentro de un singular virtuosismo técnico. De ahí que, en última instancia, Mena haya de ser considerado como figura única y señera del patrimonio cultural malagueño, mas sin olvidar que, en sus obras firmadas, casi siempre hizo constar su origen granatensis, donde nació en 1628, y donde habitó hasta los 30 años en que se avecindó en Málaga. Estas dos grandes etapas de su vida -granadina y malagueña, ambas con la misma duración temporal de treinta años- serán las bases articuladoras de este trabajo.