Ya es 1992 y los años han pasado para la familia Faldérault: Pierre y Mado están jubilados, Pépète se ha convertido en una joven y el 4L está en venta. Una regresión de tres décadas les lleva a recordar cómo fueron sus primeras vacaciones, a las que también se apuntaron los abuelos. El viaje con Yvette la perfecta y el abuelo bolita será menos bucólico de lo esperado, pero ¿puede ser la primera aventura de Don Bermellón algo menos que un gran recuerdo a atesorar? Saint-Étienne es el destino que, en ese 1962, tiene la respuesta. En esta tercera entrega, Lafebre y Zidrou utilizan la Francia de los sesenta para echar una mirada a las relaciones familiares y probar que la risa y la reflexión no son incompatibles.