El autor de este libro, dirigido tanto a padres como a profesores, define la buena pedagogía como la capacidad de distinguir eficazmente entre lo que es adecuado y lo que lo es menos en nuestra comunicación y nuestro trato con los niños y los jóvenes. Muestra que los educadores con tacto deben desarrollar una atención solícita hacia la singularidad de los niños y la de sus vidas individuales. Explica que este ?tono? de la enseñanza se puede mantener mediante el cultivo de una determinada forma de ver, de escuchar y responder a cada niño en cada situación concreta.