En El arte de la prudencia Baltasar Gracián recurre al aforismo, pero innovando en su singularidad, y sobre todo en su retorcida, sinuosa, a veces tortuosa, brevedad. Gracián nos presenta todo un sistema de pensamiento, una amplia relación de preceptos y criterios prácticos de conducta para prosperar en el arriesgado entorno social de su época, el siglo XVII, siempre encauzados al éxito personal;y totalmente válidos en nuestros días. Se trata de sobrevivir en un mundo hostil;para triunfar son necesarias las relaciones;por tanto, hay que saber fingir y a la vez, adivinar las maniobras del prójimo. Las advertencias de muchos de sus aforismos son consejos que resultan sorprendentemente modernos: pensar positivamente, utilizar las propias capacidades, cuidar al máximo las relaciones, distribuir bien nuestro tiempo, entre muchas recomendaciones para los tiempos actuales. Entre todas las virtudes, la más importante es la prudencia;nos dice que la prudencia nos facilitará ser dueños de nosotros mismos, el conocimiento y el autoconocimiento, y, finalmente, el darnos a conocer, es decir, el manejo de las relaciones interpersonales. «A la moderación en todo redujo la sabiduría toda un sabio. El sumo derecho se hace tuerto, y la naranja que mucho se estruja llega a dar lo amargo».