Los suicidios aumentaron en Estados Unidos un 10% tras la muerte del actor Robin Williams en 2014. En España, los casos crecieron un 17% tras el suicidio de Antonio Flores en 1995. ¿Tuvieron que ver los errores periodísticos en estos incrementos? Muchos expertos creen que sí. Fallar en el tratamiento del suicidio (publicitar el método, el lugar, simplificar las causas...) puede provocar un efecto contagio en personas vulnerables. Acertar, al contrario, puede ser un pilar muy importante en la prevención. Pero no es sencillo informar bien sobre el suicidio. Tantas décadas de silencio ha dejado a los periodistas huérfanos de formación. Y ese silencio, precisamente, lo que más ha contagiado ha sido eso, más silencio. Un silencio social que lleva a los que sufren a callar en lugar de hablar y pedir ayuda;un silencio que cristaliza el tabú y el estigma, que agrava el duelo insoportable de los supervivientes, que hace invisible cualquier presión a los gobiernos para actuar... Ha llegado el momento de hablar del suicidio. Los medios no pueden seguir callados ante una realidad que se llevó 3.569 vidas en España en 2016, el doble que por accidente de tráfico, doce veces más que por homicidio y 81 veces más que por violencia de género. Hablemos de una vez por todas del suicidio. Pero hablemos bien.