Este libro se dirige, sobre todo, a las personas que en su itinerario creyente están en una situación de la que se puede decir, como de la temperatura, que no es ni de frío ni de calor. Dicho de otra forma, podemos mantener nuestras convicciones religiosas y cierto vínculo, pero corremos el riesgo de saborear menos la vida o de que esta discurra con más pena que gloria. Ante las cosas que suceden y que nos afectan, nos podemos quedar viéndolas venir, lejos de la intensidad con la que se puede llegar a vivir la experiencia cristiana.El riesgo de ser cristianos tibios es implicarnos poco, olvidando la pasión propia de una vivencia más profunda de la fe. En cierta manera, nos puede pasar lo que le dice el ángel a la Iglesia de Éfeso: «Tienes perseverancia y has sufrido por mi nombre y no has desfallecido. Pero tengo contra ti que has abandonado tu amor primero» (Ap 2,3-4). Nuestra esperanza es que esa llama no se ha apagado del todo y puede reavivarse.