Los pétalos de una flor que van cayendo. Los trozos de mi corazón se van derrumbando Letras y dibujos, raps y tatuajes. Diego Villoria Zapico escribe en aullidos destemplados como lanzando un sos. Sus textos bosquejan una zona desesperada y poética de la intimidad existencial. El que canta su mal espanta y aquí las palabras, entre el monólogo interior y el conjuro catártico, exudan desazón, pero también indagan en ese hueco insondable que se extiende a veces entre la inanidad y el ser, entre la realidad y la pérdida de sentido. Los dibujos, en cambio, parecen formar parte de una pulsión distinta. «Cada tatuaje que me hago supone, para mí, cerrar un ciclo, poner un punto y aparte Y seguir después con otro párrafo. Tatuarse es ir escribiendo tu historia en tu propio cuerpo», señala el autor.